Fe en tiempos difíciles

¿Dónde va el dolor, el dolor de las madres
que lloran a sus hijos?
El dolor de los enfermos;
El dolor de los hombres,
Que cuando vierten lágrimas
queman el corazón de quien las enjuga
o de quien las testimonia;
¡Oh, Dios! Y el dolor de las criaturas que sufren
El dolor de los privados de libertad,
El de los torturados física y moralmente;
El dolor de los incapacitados conscientes,
Y el de los que aman a sus incapacitados;
El dolor de la soledad,
El dolor de los alumbramientos
Y la angustia de los fallecimientos;
Y el dolor de la guerra;
Y el dolor del hambre;
Y el dolor de todas las frustraciones.
Señor: que el dolor no sea negro, opaco y torvo.
Señor: que el dolor se transmute en alegría.

Amaveca Pietro de Horane

Por ese camino volverán los libertados,
Los que el Señor ha redimido;
Entrarán en Sión con cánticos de alegría,
Y siempre vivirán alegres.
Hallarán felicidad y dicha,
Y desaparecerán el llanto y el dolor

Isaías (35: versículos 9-10) 

Creer es alegría.

Esta afirmación está sustentada por una convicción básica: la vida es un donde Dios. Por eso es una alegría de vivir. Vivir es alegría. De allí que toda la creación se convierta en terreno de felicidad. El cuerpo, por ejemplo, es una fuente de alegrías. El contacto humano, físico, es fuente de comunión, de conocimiento, de intercambio, besar, abrazar. 

La tierra con sus frutos, el sol y el agua, las montañas y el pasto, pero también el canto y el baile, la risa, la ternura, jugar, comer y compartir, alabar a Dios por toda la riqueza que brinda al crear la vida, forman  un todo, como las estrofas hiladas de una canción de alegría al don de Dios. 

¿Cómo llegó Israel a este conocimiento del valor de la vida como don de Dios y fuente de alegría? Primeramente conoció a Dios como su Dios libertador. Esta fue su primera experiencia de felicidad. Dios los saca de la esclavitud y los lleva a una tierra de vida. 

La dura lucha del desierto les hizo comprender que el Dios libertador era el Dios de la alegría. Ese Dios que así actuó no ha dejado de hacerlo. El Dios liberador es reconocido como el Dios fiel. Su palabra y su acción no se desgastan con el tiempo. El camino de la vida se va haciendo sin pausa y con firmeza. Y por eso produce esperanza, una esperanza que provoca alegría.

Y es que nuestra alegría no es sólo decir “al mal tiempo buena cara”, sino es el reconocimiento de que, más allá de las sombras, aun en medio de las cenizas ardientes de la destrucción, en el seno del martirio y en las garras de la muerte, suenan las palabras y la confianza en un mundo en el cual Dios recogerá en la cuenca de su mano tanta tristeza y tanta lágrima, tanta desesperanza y tanto desaliento, para transformarlo en una serena esperanza que confiese que la alegría es la finalidad definitiva e inamovible en este mundo. El Dios liberador, el Dios fiel, es el Dios de la alegría. 



“Fe en tiempos difíciles”
Carlos A. Valle
Ediciones La Aurora, 1982 (en plena guerra de Malvinas).


Este es “Algo Especial”
Hoy más que nunca “Protagonista del Presente”. 

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