El laberinto que la ira encierra

Violencia de género
Por Adriana Sylvia Narvaja
(Especial para Babel Books Inc.)

Día a día crece la violencia de género, y aumentan también las campañas en su contra. Algunos especialistas creen que se trata de un fenómeno que recorre toda la Historia, y que ahora se ha visibilizado. Otros, que la violencia está en aumento. Lo importante, derrotarlo.

Hubo una vez un Minotauro, un monstruo de cabeza de toro y poderoso cuerpo de hombre. Su madre, la Reina Pasifae, se había enamorado hasta la locura de un toro que Poseidón había enviado a Creta, y ese amor la llevó a pedirle a Dédalo, el famoso constructor, que inventara un aparato, un disfraz de rumiante, con el cual satisfacer su deseo sexual con el hermoso bovino. Parece mentira, pero la leyenda lo cuenta así.
               
Consumado que fue el acto sexual, a los nueve meses nació el Minotauro. Engañado por su esposa, enceguecido tal vez por los celos y horrorizado por la monstruosa criatura, el Rey Minos ordenó a Dédalo (recuerdan, ¿no?, el padre de Ícaro, quien quiso alcanzar el Sol y murió cuando sus alas pegadas con cera se despegaron con el calor) que construyera un laberinto donde encerrar a aquel a quien no aceptaba como su hijo. Dédalo lo hizo así, y allí fue encerrado el enorme monstruo, que además, era carnívoro. Y de muy mala reacción cuando su hambre no era satisfecha.

De allí que, cuando la ciudad de Atenas fue vencida, fue obligada a enviar jóvenes que eran entregados para que el Minotauro se alimente, y cuenta la leyenda que Teseo, con la ayuda de Ariadna, finalmente lo venció y lo mató.

Hasta aquí, lo que nos cuenta la Literatura.

El monstruo que no murió
Pero el Minotauro no murió. Muy por el contrario, se ha reproducido por muchos, muchos otros monstruos. Monstruos que golpean a una mujer, y la golpean sin piedad. Y en muchos casos, también a los niños (sus hijos), a los ancianos, a los animales. Generalmente también asesinan a algunos de ellos. Y torturan.

No es el motivo de esta nota justificar a nadie, nada más alejado. Sólo comprender la génesis de un problema que es antiguo como el mundo, y del que poco se habla. Se habla de “violencia de género” y está muy bien, muy muy bien, que se visibilice este tema. Pero la “violencia de género” es sólo una parte de un problema más profundo, que es el odio y el resentimiento enormes que alimenta este Minotauro moderno que ataca todo lo que vé, todo lo que vive.

Porque no sólo ataca a su mujer. Desde que el mundo es mundo, escuchamos decir que en este mundo “impera la Ley del más fuerte”, lo cual constituye un enorme error de percepción. No es que “impere la Ley del más fuerte”, impera la Ley del que es más fuerte y dice que ésta “es la Ley”. La Ley del macho dominante, que detesta la vida y la ataca adonde esté. La Ley del machismo, del cual no se habla.

Y cuando de algo no se habla, es por algo. Si yo hablara de la tuberculosis y sólo contara los síntomas sin hablar del bacilo que la genera, algo estaría faltando. Y al faltar el elemento principal, no hago más que dejar que la situación se reproduzca una y otra vez. Porque cuando le falta una parte a lo que explico, cuando dejo de lado una faceta (en este caso, la más importante), es probable que esté defendiendo (aunque no me dé cuenta) el “status quo” que pretendo cambiar. Porque una verdad dicha a medias, no es una verdad que me ayude a cambiar la realidad.

El machismo en la Historia
Por eso, es la génesis del problema lo que debo analizar. Y ahí me tengo que remontar al inicio de los tiempos, a lo que se ha defendido por siglos y siglos, que es el poder del Hombre Dominante. Autoritario y omnímodo como si se creyera Zeus, el Hombre Dominante ha aterrorizado a su familia por cientos y cientos de años, negándole derechos a la mujer, humillando y descalificando a sus hijos, atacando a los ancianos, vejando a los animales. Por eso, la  “violencia de género” es sólo uno de los síntomas del problema. El problema es mayor, y lo vemos todos los días por la televisión: trata de mujeres, robo y abuso de niños, violaciones, matanzas de animales, robo y asesinato de ancianos, etc. La lista es interminable, y sí es cierto que ahora también se vé que hay mujeres que participan de ello.

Pero eso no cambia las cosas. La mentalidad es la misma. Una mentalidad que se corresponde con la insensibilización de aquél niño que fue,  y que hoy es un monstruo, se llame Minotauro, o como se llame. Como el monstruo de la leyenda, aquél niño que fue quizá bueno también debe haber sido abusado, humillado y descalificado por un Padre como hoy lo es él, y que tal vez se considerara Rey y con el poder suficiente para destruir la vida de su familia. Y seguramente habrá negado los sentimientos de aquél niño, y le habrá negado la aceptación y el amor.

Probablemente lo haya ridiculizado frente a todos, lo haya aplastado y le haya negado la salida espiritual, diciéndole una y otra vez que “los hombres no lloran”. Lo habrá llevado a tener su primera relación sexual con prostitutas, “porque están para eso”. Aunque ahora la moda cambió, y se está comentando que esta iniciación se está dando con travestis, lo cual complica aún más la delicada mente de una criatura en formación.

Probablemente lo haya llevado de caza, arruinando para siempre su amor a los animales. Días pasados vimos transmitir un programa donde a un niño pequeño se le daba una escopeta para que mate palomas, y se lo alentaba, mientras los ojos del chico lo decían todo. Un padre así, sabemos que bien puede traer el Infierno a casa. Puede desvalorizar y humillar a los ancianos del hogar, puede golpear y descalificar a su propia esposa. Puede decidir que es hora de abandonar a la mascota del hogar, sólo porque “a él le molesta”. Puede traer el Infierno a casa, o bien puede crearlo.

Una mentalidad muy clara y destructiva
Una y otra vez, ese Padre que se cree Todo, le dirá que “la Vida es así” y que él, que ahora es niño tendrá que ser fuerte, “porque todos están contra vos, y vos tenés que destruirlos a todos”. Le dirá que siempre tiene que ser “primero él”, y no confiar en sus amigos ni en nadie, “porque todos te quieren arruinar”. A la vez que le cierra las puertas de la amistad y la confianza, le cierra la puerta al afecto. “Las mujeres lo único que quieren es plata” le enseña, y le dice, una y otra vez, “siempre te van a cagar la vida”. Incapaz de hacerse cargo de su enorme ira, e imposibilitado de dejarla salir en forma creativa, evolucionando con respecto a lo que él aprendió, este Rey le dirá también que “los hijos son un clavo, una carga, no sirven para nada, son un gasto inútil”. Ah, los ancianos son “unos viejos de mierda, que hay que matarlos a todos porque lo único que hacen es molestar”. La amada mascota del chico será abandonada porque “molesta y es un gasto, quién la quiere”. No hay amor, no hay Vida, no hay salida.

Tampoco hay Dios. “¿Qué Dios ni ocho cuartos? No ves cómo andan las cosas en este mundo? De qué Dios me hablás… Ah, debe ser esos maricas de la India, que siempre tienen novedades para sacarle la plata a la gente”. Claro, el mundo anda así no por culpa de Dios, sino de tipos como él, pero él jamás lo aceptará. Puntualmente, todos los que están alrededor del tipo tendrán la culpa de todo lo que él genera: la mujer, en primera instancia, los hijos (especialmente las hijas mujeres), los más chicos, los ancianos, los animales. Todo despierta su ira enorme, todo lo molesta. El perrito del vecino le molesta y lo envenena. El árbol de la vereda le molesta y manda troncharlo. En fin, la lista es interminable, y sólo estamos hablando de lo que sucede dentro del hogar. No hablamos de este hombre en lo público, porque nos encontraríamos con un cruel tratante de mujeres, de animales, o lo que fuera. Podrá creerse Rey, pero el tipo es un Calígula.

Una anécdota pequeña
Recuerdo un caso bien claro, aunque sencillo. Hace unos años, yo estaba cruzando la vía, aquí en Quilmes. Me detuve, porque la barrera estaba baja y el sonido del tren que se acercaba era claro. Un señor de mediana edad, con un niño como de siete u ocho años, cruzaron igual. Cuando estaban por cruzar, cerca de donde yo estaba, el niño le dice “papi, no crucemos, viene el tren”. Y el señor, que tal vez se creyera inmortal como Minos, que tal vez se creyera Rey de su hogar o algo similar, le contestó a su propio hijo: “cállate, pelotudo, y cruzá”. A su propio hijo.

Esta anécdota es muy pequeña, pero me gustaría que sirva de ejemplo. Este niño crecerá en el desamor, en el resentimiento de un padre que no lo acepta. Que le dice que el día de mañana el niño tendrá su propio reino donde también generar un Infierno, pero claro, como él le ha hecho sentir que no vale nada, que jamás logrará nada, que nadie lo querrá ni aceptará (ya que él, que es el padre, no lo aprecia), ese niño, esa alma que tenía que ser alimentada con amor y aceptación, quedará atrapada en un Laberinto, de donde no podrá salir.

Cada vez más aislado y solo, aunque esté rodeado de gente, vivirá golpeando, humillando, torturando. En última instancia, eso fue lo que su padre, el Rey, le dijo que debía hacer. Él lo hace, pero claro, no le da resultado. Su ira va aumentando con los años. Probablemente caiga en la adicción también, lo que empeorará el problema.  

Pero el mensaje está tan grabado en su alma, que jamás lo podrá cambiar. Ya es parte de su ser, lo mismo que sus sentimientos destruidos, lo mismo que cuando vio que su padre golpeaba a su madre, mataba a su mascota o a sus cachorritos, cuando se burlaba de sus amiguitos, cuando humillaba al chico por amar a sus libros (al que consideraba “cosas de maricas”), cuando sarcásticamente hablaba de las mujeres de la casa (que en su opinión “no servían para nada”), cuando le gritaba a los ancianos, cuando discriminaba junto a sus amigotes a otros grupos sociales, cuando aplastaba sus sentimientos de niño.

Más de lo mismo en el reino de la Ira
 Ahora aquel niño debe formar una familia, y todo volverá a empezar. La víctima preferida será la mujer, pero no la única. Este Minotauro no podrá salir de su Laberinto, y como no cree en la evolución espiritual ni puede buscar ayuda, porque su Padre le dijo que “la ayuda no existe, porque sólo te quieren sacar plata”, repetirá una y otra vez el ritual de la violencia y de los golpes. Hay que saber que la cosa es seria, y el monstruo seguramente terminará asesinando a su mujer. Como el  de la leyenda, que se alimentaba de seres humanos, éste también. Y en aras del altar del Padre Omnímodo y Todopoderoso, inmolará también su víctima. Y una mujer, o un niño, o un anciano, o un animal, a los que él desprecia por “débiles” y “poca cosa”, perderán la vida en ese altar.

Porque el Minotauro ya ha perdido su vida mucho antes. Su alma está muerta ya desde hace años, todo lo demás es ritual. Él, que también fue un niño, que también fue “débil”, ahora tiene el poder, pero no le sirve. No puede vivir, porque no tiene vida. Su vida es recorrer, una y otra vez, los interminables pasillos solitarios del Laberinto que el Padre mandó a construir para él. Y ese Laberinto no tiene salida. A veces sí: la cárcel.

Por eso, atendamos todos los síntomas. Reflexionemos no sólo sobre la “violencia de género” sino sobre la violencia en general. Eduquemos a nuestros niños en la Paz y el Amor, y no permitamos que nadie  los desvalorice. Es hora de evolucionar espiritualmente, y dejar atrás las viejas estructuras del pasado que sólo nos han conducido a la destrucción. Dicen que se acerca una nueva era de Amor y Comprensión, pero nadie puede asegurarlo.

Sólo una nueva forma de relacionarnos los uno con los otros puede traer la Paz y la Comprensión que este mundo necesita. Lo demás, nos dejará una y otra vez recorriendo el Laberinto del que tendríamos que haber salido hace rato, si hubiéramos atendido a la enseñanza que la leyenda tenía para nosotros.

Aprendámosla ahora.

TESEO Y EL MINOTAURO
En Creta reinaba el poderoso Rey Minos. Su capital era célebre en el mundo por el laberinto, lleno de intrincados corredores, de los cuales era casi imposible encontrar la salida. En el interior vivía el terrible Minotauro, un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, fruto de los amores de Pasifae, la esposa de Minos, con un toro que Poseidón, dios de los mares, hizo surgir de las aguas. En cada novilunio   había que sacrificar un hombre al Minotauro, pues cuando el monstruo no satisfacía su apetito, se precipitaba fuera para sembrar la muerte y desolación de los habitantes de la comarca.

Un día, el Rey Minos recibió una trágica noticia: su hijo acababa de morir asesinado en Atenas. Minos clamó venganza, reunió a su ejercito y lo envió a Atenas para iniciar el ataque. Atenas, al no estar preparada, no pudo ofrecer resistencia y solicitó la paz. Minos, con severidad dijo: “Os ofrezco la paz, pero con una condición: cada nueve años, Atenas enviará siete muchachos y siete doncellas a Creta para que paguen con su vida la muerte de mi hijo”. Aquellos jóvenes serían arrojados al Minotauro para que los devorara. Los atenienses no tuvieron más remedio que aceptar aunque con una única reserva: que si uno de los jóvenes conseguía matar al Minotauro y salir del laberinto (cosa poco menos que imposible) no sólo salvaría su vida, sino también la de sus compañeros, y Atenas sería eximida de dicha condena.

Dos veces pagaron los atenienses el trágico tributo. Se acercaban ya el día en que por tercera vez la nave de velas negras, signo de luto, iba a surcar la mar. Entones, Teseo, hijo único del rey de Atenas, Egeo, ofreció su vida por la salvación de la ciudad. El Rey y su hijo convinieron en que si a Teseo le favorecía la suerte, el navío que los volviera al país enarbolaría velas blancas.

La prisión en Creta, donde Teseo y los otros jóvenes fueron alojados como prisioneros lindaba con el parque por donde las hijas del Rey Minos, Ariadna y Fedra, solían pasear. Un día el carcelero avisó a Teseo que alguien quería hablarle. Al salir, el joven se encontró con Ariadna, quien subyugada por la belleza y la valentía del joven decidió ayudarle a matar al Minotauro a escondidas de su padre. “Toma este ovillo de hilo y cuando entres en el Laberinto ata el extremo del hilo a la entrada y ve deshaciendo el ovillo poco a poco. Así tendrás una guía que te permitirá encontrar la salida”. Le dio también una espada mágica.

A la mañana siguiente, el príncipe fue conducido al Laberinto, tomó el ovillo, ató el extremo del hilo al muro y fue desenrollándolo, a medida que avanzaba por los corredores. Tras mucho caminar, penetró en una gran sala y se encontró frente al temible Minotauro, que bramaba de furor se lanzó contra el joven. El Minotauro era tan espantoso, que Teseo estuvo a punto de desfallecer, pero consiguió vencerle con la espada mágica. Le bastó luego seguir el hilo de Ariadna en sentido inverso y pronto pudo atravesar la puerta de salida.Teseo salvó su vida, la de sus compañeros y liberó a su ciudad de tan horrible condena. Dispuestos ya a reembarcar, Teseo llevó a bordo en secreto a Ariadna y también a Fedra, quien no quiso abandonar a su hermana mayor. Durante el viaje y tras una feroz tormenta tuvieron que refugiarse en la isla de Naxos. Vuelta la calma, emprendieron el retorno. Pero Ariadna no aparecía, la buscaron, la llamaron, pero fue en vano. Finalmente abandonaron la su búsqueda y se hicieron a la mar. Habían zarpado cuando Ariadna despertó en el bosque, después de caer extenuada por el cansancio. De pronto, y rodeada por monumental ceremonia se le apareció el joven más bello que nunca antes haya visto. Era Dionisios, dios del vino, quien le ofreció casamiento y hacerla inmortal. La joven aceptó y después de un viaje triunfal por la Tierra, el dios la llevó a su morada eterna.

En tanto, en Atenas cundía la tristeza. El anciano Rey iba todos los días a la orilla del mar, esperando ver a su hijo retornar. Al fin, el barco apareció en el horizonte. Pero traía las velas negras y el anciano desesperó. Es que Teseo, abatido por la desaparición de Ariadna había olvidado izar las velas blancas, signo de su victoria. Loco de dolor, el rey Egeo se arrojó al mar que desde entonces lleva su nombre. Pasó el tiempo y los atenienses reunidos en asamblea ofrecieron la corona a Teseo, quien se casó luego con Fedra y reinó por largos años.

Fuente de "Teseo y el minotauro": http://clasesmarian.blogspot.com.ar

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