Danzar el dolor de la trata de blancas en la Buenos Aires de ayer

        A confesión de partes, relevo de pruebas, dice la famosa frase judicial. El personaje lo aclara en el comienzo de la obra: “Para hacer este trabajo hay que tener sangre fría”. Y remata: “Ojo con la que tenga intenciones de huir”. Todo dicho para esta obra coreográfica, “Aires de 1930”,  que indaga en el difícil tema de la trata de blancas, hoy más conocido como “trata de personas”. Un tema duro, abordado desde   la expresión corporal del Grupo de Danza Contemporánea Muuk, que se presentó en la Casa de Arte Doña Rosa el pasado sábado 10 de mayo, y seguirá durante los sábados de este mes en lo que hoy es el centro de difusión del teatro por excelencia .
        Ahora bien, los términos danza y trata de personas suenan incompatibles, o al menos, difíciles de unir. Y sin embargo, y con destreza y profesionalismo, Muuk hace un trabajo impecable, que nos impresionó a todos. Por supuesto, hay que verlo, ya que con palabras no se hará usted, señor lector, una idea de lo que le estoy contando. Tanto mejor, así va y se deja impactar por esta obra que nos maravilló (y nos indignó por el tema que se trata, obviamente) y que Muuk toca con tanta pasión, y a la vez, en forma tan elevada.
        Porque es difícil hablar de un submundo donde las acciones, las palabras, los actos, se desarrollan en un nivel tan bajo, y contarlo con el cuerpo y sin palabras en un lenguaje de un nivel tan alto. Con la Idea, Coreografía y Dirección de Estefanía Miceli,  “Aires de 1930” dice con el cuerpo lo que al cuerpo se remite: el doloroso tema de la prostitución, del cuerpo propio que ya no es propio y está siendo infinitamente violado para negocio de alguien que cuenta el dinero mientras la prostituta sólo cuenta las lágrimas. Ambos, billetes y lágrimas, rodarán a raudales. Lo mismo que los golpes y la constante humillación de degradar el cuerpo que  estará siempre  a disposición de los demás.
        Así, nuestro “cafishio” seduce y enamora a mujeres que vienen del exterior, preferentemente polacas, las más valoradas, pero también de otros países. Desvalidas, sin conocer el idioma, esas mujeres llegaron en busca de una vida mejor, para encontrar la vida peor: el “macró” las enamora, para someterlas a otros hombres que abusarán una y otra vez de ellas y por dinero.
        Luego, la historia de siempre. ¿Para qué huir cuando no hay adónde huir con tanta culpa y tanta pena? Además, los golpes se encargarán del resto. Conste que el personaje lo avisó en el comienzo de la obra, y el que avisa, no traiciona. Así van llegando al puerto de Buenos Aires, en la década de 1930,  las cuatro mujeres que danzan su enamoramiento hacia ese hombre con una coreografía en la que por momentos parecen abrazarlo, y por momentos, volar gracias a él.
        Una a una van llegando  al conventillo con su valija pobre, y cuando la puerta se cierra tras ellas, un ruido de cristales rotos suena detrás. Serán quizá los cristales rotos de sus sueños, que jamás se harán realidad. Serán los cristales rotos de sus esperanzas, que se perderán. Nada quedará de esa danza con el hombre que danza con ellas, las aleja y las acerca, en la que ellas parecen desmayarse de amor, para que él finalmente se las lleve a ese infierno de donde no saldrán jamás. Tras el cierre de la puerta, las invadirá el terror, el único compañero que no las abandonará  por el resto de su vida.
        Luego, paradas al lado de sus valijas pobres, se hamacan sobre sus propios pies, como seres destruidos. Están con los ojos vendados y parecen llorar sin lágrimas, moverse sin pena visible pero corrompidas por la pena más absoluta, mientras sufren un enorme maltrato y violencia hasta quedar tiradas en el suelo, como muñecas del dolor.
        Luego bailarán al lado y sobre sus valijas, como buscando dentro de  ellas algo perdido, ese “algo” que  es la razón del porqué han venido, el motivo del porqué la vida las obliga a sufrir tanto, del porqué vinieron de tan lejos detrás de un sueño que se rompió como un cristal. Se meterán en sus valijas como queriendo ser llevadas de aquí, transportadas en valijas desde  su tremenda realidad, y quedan encogidas, como seres sufrientes. Extienden sus brazos pidiendo ayuda sin palabras, y al fin, se meten en sus valijas, que se cierran sobre ellas como ataúdes. Su sueño, que debiera haberse transformado en alas, termina siendo lápida para quien no puede defenderse ni escapar.
        El “cafishio”, mientras tanto, cuenta plata y bebe alcohol. Parece libre de todo mal y de toda culpa, pero hay algo dentro de todos los seres humanos que impide escapar y es la   conciencia, y así, lo acosa  la misma violencia que él genera y la culpa y el remordimiento que lo carcomen. Vive un infierno construido por él mismo, y en este infierno en vida las culpas lo  hostigan y lo sacuden con fuerza. La violencia de la que es causante   lo aprisiona también a él, lo golpea contra los muros, lo abruman también a él. La pesadilla que ha impuesto a otros seres la vive su alma verdadera, a la que intenta anular con más violencia, con más alcohol, con más golpes, con más humillaciones.
        Ellas siguen bailando su tormento, describen con su cuerpo el dolor y el abuso de su cuerpo, y el ansia de escapar. La vida brutal, las humillaciones, los golpes, las van arrinconando contra la pared, mientras él las desnuda como acto de humillación final, mientras arroja sus vestidos al costado, así como arrojó al abismo sus personas y su libertad. Él las desafía con la mirada y con el gesto, con el puño y las patadas. Su mirada, que tan bien acompaña su danza, es de triunfo sobre el más débil, sobre esos seres que desprecia profundamente y a quien golpea una y otra vez. Ellas quedan sin fuerzas, arrinconadas contra la pared.     Luego se levantan y comienzan a bailar al unísono, como una danza aprendida a fuerza de golpes, comienzan a cumplir el rito impuesto de satisfacer al otro. O es eso o son los golpes. Y por eso se golpean ellas mismas, se golpean tanto como las golpean.
        Al finalizar la danza, él vuelve a colocarles la ropa, como muñecas sin alma. Una de ellas lo acompaña, es la que comprende que sólo sumándose al dominante podrá dejar de sufrir la dominación. Es la "madama", la que traiciona a su género, la que se “hace macho” para dominan a las otras hembras. Es la que grita “nos trajeron engañadas para vendernos”, y luego cuenta cómo fueron vendidas al mejor postor. Pero ella logró un “triunfo” en esta carrera de odio y dolor: termina regenteando el prostíbulo. Aprendió la lección: hay que tener sangre fría, no hay lugar para la piedad. El círculo se cierra para ella, y para las demás. Y se cumple la sentencia: nadie ha logrado escapar de allí.
        ¿Y quiénes son los que no escaparán? Los intérpretes de esa obra que nos ha conmovido tanto: la Directora de la obra, Estefanía Miceli, junto a las expresivas bailarinas Micaela Espinosa, Romina Sagula, Carla Suárez y el estupendo Hernán Sánchez en el rol del “macró”, tan amable en la vida real y tan ruin en su personaje. Tan buenos intérpretes todos, tan coordinados, tan vitales.
        Con un admirable juego de luces y música que incluye tangos como “Cambalache”, “Mano a mano”, “Flor de Fango”, “Yira yira”, “Viejo Smóking”, gracias a la Edición Musical de Federico Miceli, el Vestuario de época muy apropiado de   Estefanía Miceli y Viviana Fourcade y un gran equipo que aporta lo suyo desde la Iluminación y el sonido de dos Javieres, Plazaola y Cóccaro, “Aires de 1930” cuenta con  la Asistencia de Iluminación de Camila Calvi y Abril Collet,  la Fotografía de Victoria Saporitti, el Maquillaje de Julia Rapsomanikis y el Diseño Gráfico de Eme Comunicación. En esta oportunidad, la Iluminación y el Sonido estuvo a cargo de José Ignacio Oreguy, que siempre aporta su profesionalismo en lo que hace a su metier, en el que se destaca en cada una de las obras que se presentan en Casa Doña Rosa de Quilmes.Hay que dar una palabra de agradecimiento a la gran tarea de los museólogos Daniel Jaszczyszyn y Bárbara Rizzi, que dieron los aportes históricos para la obra, fotografías, texto, investigaciones, moldería y catálogos de moda para el vestuario. Bien por ellos y bien por todos.
El Grupo de Danza Contemporánea MUUK con la conductora del programa
"Algo Especial Protagonista del Presente" 
        Y para terminar, citaremos las palabras del historiador Cunningham Graham, en sus interesantes referencias sobre la Buenos Aires de 1870, algunas décadas  antes de  la de 1930, cuando el “negocio” alcanzó su punto más alto. Dice Graham: “Seguramente pocas ciudades habría mejor surtidas de materia prima, que aquella ciudad de los aires buenos. Los transatlánticos traen húngaras por docena en cada viaje, y las demás naciones europeas no andaban a la zaga en esta labor de pacífica penetración de las ideas. A aquellas ventanas de la gran casa amueblada de la calle 25 de Mayo, se asomaban españolas, griegas, italianas, francesas, inglesas, mulatas con su catinga, judías, argelinas y muchachas del Paraguay”. (Cunningham Graham, citado por la Revista “Todo es Historia” Número Especial, “Los Riesgos de ser mujer”, nº 285 de marzo de 1991, Buenos Aires, Argentina.).
        Quizá, como muchas veces se dijo, los aires de Buenos Aires no eran ni son tan buenos aires, y haya que revisar, tanto hoy como ayer, qué se hizo y qué se hace, para terminar con el horror.
Prostitutas Reglamentadas (Buenos Aires 1875 – 1934) por Héctor Recalde
        En un extracto de la primera parte del libro “La salud en Buenos Aires: un estudio histórico”, de Héctor Recalde, que fuera publicado en la Revista “Todo es Historia – Número Especial”, Número 285, de marzo de 1991, y cuyo título general de esta publicación reza “Los riesgos de ser mujer”, se comenta la controvertida sanción de la primera Ordenanza Reglamentaria de la prostitución. Esa Ordenanza tiene fecha 5 de enero de 1875, y fue sancionada por la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires.
        Ordenanzas posteriores introdujeron algunos cambios en los detalles, pero esta Ordenanza primera rigió durante los sesenta años siguientes e impuso el régimen de Prostitución Reglamentada. Dice el texto de Recalde: “Mediante la habilitación municipal de lenocinios y la inscripción obligatoria de las prostitutas, forzadas a un control médico periódico, se pretendió circunscribir el ámbito del ejercicio de la ‘profesión más vieja del mundo’ y evitar la difusión de las enfermedades venéreas. El ejemplo porteño fue imitado por muchas ciudades del interior que, en los años siguientes, dictaron ordenanzas similares”.
        “El sistema –continúa Recaldeque por entonces era casi universal, intentó conciliar la ‘tolerancia de la concupiscencia masculina’ con la profilaxis de las enfermedades de transmisión sexual. Si lo primero encubría un patrón de moralidad en vías de desaparición, como medida preventiva de la sífilis su fracaso fue estrepitoso. No obstante, la reglamentación –que desde el principio fue objeto de fuertes críticas, las que se agudizaron a medida que se hacía evidente su ineficacia profiláctica y el grave problema de la trata de blancas que estimulaba- resistió hasta 1934 en que se cerraron los prostíbulos existentes en el municipio capitalino. Tres años después, la ley 12.331 los suprimió en todo el territorio nacional”.
La reglamentación era detallista. Se prohibía a las "mujeres de la vida" caminar por las calles
después de las diez de la noche, detenerse en ellas o permanecer en las puertas
de las casas donde ejercían su oficio"
Revista "Todo es Historia - Número Especial", "El riesgo de ser mujer", marzo de 1991. 
        “Durante su vigencia, las consecuencias de la reglamentación interesaron a médicos, juristas, funcionarios policiales y políticos, los que las examinaron desde sus respectivos puntos de vista. Si para los médicos tuvo especial interés por su relación con la venereología, los abogados la encararon por sus conexiones con la trata de blancas y la condición servil a que quedaban reducidas las rameras; funcionarios policiales, por su parte, advirtieron su conexión con un amplio espectro de actividades  delictivas, aportando interesantes testimonios sobre la interioridad del submundo que giraba en torno a la prostitución; ciertos políticos, en especial los socialistas, subrayaron sus conexiones con el poder público municipal, llegando a denuncia la existencia de un ‘proxenetismo estatal’.
        La discusión está centrada en la “inevitabilidad” de la existencia de la prostitución, en un país que recibía enormes contingentes de hombres inmigrantes que llegaban solos al puerto de Buenos Aires. Por otro lado, y como bien describió Cunningham Graham, también llegaban mujeres para abastecer un mercado cada vez más redituable: la trata de blancas. Definida como “vicio degradante”, algunos pensadores quisieron directamente erradicarla, por ser fuente de todos los males y enfermedades, mientras que otros, viendo su calidad de “vicio que no puede extirparse”, sostenían que “la sociedad tiene   desgraciadamente  que tolerar” estos males sociales, y por ello buscaban establecer controles médicos y aislamiento forzoso de las mujeres enfermas.
Se reprimiría con toda severidad a las mujeres que se entregaran a la prostitución
"fuera de las casas de prostitución toleradas", decía la reglamentación.
Pero la realidad enmendaba a la norma muchas veces. Aquí un conventillo, ámbito
propicio para la promiscuidad y lo clandestino
Revista "Todo es Historia - Número Especial", "El riesgo de ser mujer", marzo de 1991.
Régimen al que estaban sometidas las prostitutas (de acuerdo con la Ordenaza Reglamentaria de la Prostitución, sancionada el 5 de enero de 1875)
Artículo 10 – Las prostitutas deberán someterse a las prescripciones siguientes:
1ª. Sujetarse a la inspección  y reconocimiento médico siempre que fuesen requeridas para ello.
2ª. No podrán mostrarse en la puerta de calle, ni en las ventanas o balcones de la casa que ocupen, ni llamar a los transeúntes o emplear cualquier género de provocación, lo que les será prohibido hacer igualmente en las calles, paseos públicos y teatros, no pudiendo concurrir a éstos en traje deshonesto.
3ª. Deberán encontrarse en casa dos horas antes de la puesta de sol, a no ser que tengan motivo justificado para faltar a ello.
4ª. Deberán siempre llevar consigo su retrato en una tarjeta fotográfica, en el cual está anotada la calle y número de la casa de prostitución a que estén adscriptas, su nombre y el número de orden que les corresponda en el registro de la inscripción, siendo además timbrada por la Municipalidad.
 Revista "Todo es Historia - Número Especial", "El riesgo de ser mujer", marzo de 1991.
Hospitalización forzosa
        “La mujer enferma pasaría a la pieza separada, que servirá de depósito a todas las que se encuentren en su estado, hasta la terminación de las horas de servicio sanitario del día (…). Las mujeres reunidas en la pieza separada, sería conducidas una vez terminado el servicio diario (que como hemos dicho anteriormente debe durar dos horas) al Hospital de Venéreos; debe hacerse su transporte en carruajes cerrados, con objeto de evitar los desórdenes que pueden tener lugar en esta operación”. Fidanza, Eduardo, “De la reglamentación de la prostitución pública considerada como medio profiláctico de la sífilis”, Tesis, Buenos Aires, año 1874.

Relaciones recíprocas entre las Gerentes de los Prostíbulos y sus pupilas (de acuerdo con la Ordenaza Reglamentaria de la Prostitución, sancionada el 5 de enero de 1875)
Artículo 15. Las obligaciones recíprocas entre las gerentes de las casas de prostitución y las prostitutas serán las que entre sí acordaren; pero estas últimas serán bien tratadas; en caso que contrajeren enfermedades venéreas o la sífilis primitiva, será atendidas hasta su curación, por cuenta de la gerente; si según declaración del médico de la casa la enfermedad pasase al estado de sífilis constitucional o fagedénica, entonces la prostituta pasará al Hospital. Si alguna prostituta se hiciese embarazada será mantenida y alojada en la casa hasta un mes después del parto, o subvencionada en la cantidad en que conviniese, saliendo de la casa; esta subvención será retirada, probado el caso de que la prostituta continúe ejerciendo la prostitución; no podrán obligar a las prostitutas a entregarse a la prostitución durante la mestruación o estando encinta”.

El doble patrón de moralidad sexual
        “Me doy cuenta de lo que choca a los hombres, aun a los tenidos por formales, la idea de la castidad en la juventud masculina. Se dice que la mujer es monógama, pero que el hombre es polígamo, y parece admitirse como una ley natural esta extraña desarmonía. Marcel Prevost planteó una vez la cuestión de si había realmente maridos ‘neófitos’”. Dubois, Pablo, “Enseñanza Sexual”, Editorial Sociedad Luz, Buenos Aires, año 1923.
La frase del dibujo dice: "... se situaba en el quicio de la puerta". La imagen representa a la mujer que
ofrece su cuerpo y el cliente tímido que demanda sus servicios.
Revista "Todo es Historia - Número Especial", "El riesgo de ser mujer", marzo de 1991. 
Contra el doble patrón de moralidad sexual
        “Podemos en efecto preguntarnos si es equitativo hacer llevar por la mujer todo el peso de las consecuencias de un acto que ha podido cometer más que por que el hombre se ha hecho su cómplice. Por lo tanto, el hombre que paga para que la mujer ponga su cuerpo a su disposición, el hombre que a menudo aprovecha de la miseria material y moral de la mujer para incitarla al  libertinaje: el hombre está libre para conquistar; la mujer es perseguida y castigada por este hecho”, Giménez, Ángel Mariano, “La lucha contra la reglamentación de la prostitución”, Buenos Aires, año 1931.

Las diferencias entre hombres y mujeres: una cuestión natural socialmente reforzada
        “Ocupado fuera de la casa, luchando a pecho descubierto por la vida, se desarrollan en él cualidades de marcial energía que refuerzan el egoísmo natural. Las diferencias entre el temperamento masculino y el femenino existen también en el animal, y sería injusto reprochar al hombre esa rudeza, esa impulsividad, que le hacen más difícil el ejercicio de la virtud. Tengamos también en cuenta la vida fuera del ambiente familiar; los contagios del vicio, siempre presentes; y no intentemos igualar los muchachos a las jóvenes; no exijamos a los hombres la dulzura, el pudor, que tanto nos place en las mujeres, pues les daría el aspecto afeminado del Apolo Musageta”, Dubois, Pablo, op.cit.

Susini propone la continencia premarital
        “He oído con muchísimo sentimiento que en el estado actual de la situación moderna, hay personas de mucho respeto que han levantado culto a las necesidades genitales diciendo que estas casas son forzosamente necesarias; esto es solamente hasta cierto punto: hoy vamos teniendo un poco más de moral y hay una cantidad de personas en nuestra sociedad que recién han conocido mujer cuando se han casado. El medio de obtener esa moral no consiste en dar facilidades a la práctica de ciertas costumbres y gusto, sino por el contrario en ponerles toda clase de obstáculos y principalmente en moralizar a nuestra juventud. Levantemos nuestras instituciones, seamos honestos y no basemos nuestra moralidad en el comercio de las mujeres”. Susini, Telémaco, “La nueva ordenanza sobre prostitución”, año 1904, en “Anales del Departamento Nacional de Higiene”, Tomo XI.

Consejo a las jóvenes: la mejor defensa es la moral
        “El mal descripto –quiero creerlo- está bien lejos de vosotras; ningún deseo tendréis de exponernos a sus acechanzas; la moral os defiende, vuestro instintivo pudor constituye una barrera de honor; pero si os sucediera, lo que no permita Dios, de resbalaros, de arriesgar un falso paso o ser víctimas de una contaminación inocente, de un mal contraído fuera de toda relación sexual, dejadme daros esta opinión como buen amigo: ‘No guardéis para vosotras un secreto que puede ser terrible’(…)”.Bordureaux, año 1921.

Una recomendación de los socialistas: el matrimonio monógamo
        “Baste con reflexionar en estas consecuencias del acto amoroso, en esa cadena de deberes, a la vez serios y de cumplimiento dulce, para comprender que el amor humano no puede hallar satisfacción más que en el matrimonio monógamo, precedido de una juventud casta y exenta de todo libertinaje, que comprometería sus fines éticos”. Dubois, Pablo, op.cit.
La reglamentación de la prostitución en Buenos Aires, a partir de 1875, y durante
casi sesenta años, procuró poner límites a su ejercicio y limitó el espacio
urbano consagrado a los prostíbulos. Aquí un típico conventillo donde la miseria
se codeaba con el pecado.
Revista "Todo es Historia - Número Especial", "El riesgo de ser mujer", marzo de 1991.
El relato en primera persona del escritor argentino Roberto Arlt
        Para entender este mundo y esta época, nada mejor que estudiar el tema de la prostitución y de los años 30 en la voz de quien lo vivió y escribió en primera personal, el gran maestro Roberto Arlt. En su cuento “Las Fieras”, narra el recorrido de un "cafishio"  por este submundo que incluye matones, proxenetas, prostitutas enfermas, golpeadores, ladrones, traficantes de todo tipo,  en fin, todo un mundo que Arlt buscaba retratar fuera del ámbito de la “literatura oficial”.

“Pero a pesar de haberme mezclado con los de abajo, jamás hombre alguno ha vivido más aislado entre estas fieras que yo. Aún no he podido fundirme con ellos, lo cual no me impide sonreír cuando alguna de estas bestias la estropea a golpes a una de las desdichadas que lo mantiene, o comete una salvajada inútil, por el solo gusto de jactarse de haberla realizado”.
(…)
“Incluso he cambiado de nombre, de manera que aunque a todos los que pasan les preguntaras por mí, nadie sabría contestarte.
Sin embargo, vivimos aquí en la misma ciudad, bajo idénticas estrellas.
Con la diferencia, claro está, que yo exploto a una prostituta, tengo prontuario y moriré con las espaldas desfondadas a balazos mientras tú te casarás algún día con un empleado de banco o un subteniente de la reserva”
(…)
“Tacuara! ¿A dónde no habré ido con Tacuara?
Por ella conocí el asqueroso aburrimiento complicado con olores de polvo de arroz de los lenocinios de provincias, la regenta en chancletas cuidando un brasero que enceniza el piso de la sala, el mate que rueda lentamente entre las manos de diez rameras pitañosas, el viento que sacude la madera de los postigos porque los vidrios están rotos y se han sustituido los cristales con alambre de fiambrera, mientras llega desde afuera el ruido informe de un carro de ruedas gigantescas, cargado con una pirámide de bolsas de maíz, y el látigo chasquea junto a las orejas de los ocho caballos envueltos en grandes nubes de tierra amarilla.
Por Tacuara conocí los prostíbulos más espantosos de provincias. Aquellos en que la pieza no tiene cama, sino un jergón de chala tirado en el suelo de ladrillos, y mujeres con labios perforados de chancros sifilíticos. He comido sopa de locro y he bailado tangos más siniestros que agonía en salas tan inmensas como cuadras de un cuartel. Había allí bancos de madera sin cepillar y en los rincones negras sosteniendo con un brazo a un recién nacido a quien amamanta con un pecho, mientras que para no perder tiempo con la mano libre le desprendían los pantalones a un ebrio rijoso”.
(…)
"Viajamos por agua.
Estuve en Paraná, Corrientes, Misiones. Pasé a Santa Ana do Livramento, Río Grande do Sul, San Pablo. En San Pablo, al expulsarme de la ciudad los carabineros, me tiraron encima de un vagón de carga y me rompieron tres costillas. Pasamos a Río de Janeiro, y Tacuara se inscribió en un prostíbulo de Laranyeiras. La casa de piedra mostraba en el frontín un mosaico con la Virgen y el Niño, y bajo el mosaico una lámpara eléctrica que iluminaba una garita abierta en la pared y entrelazada de perpendiculares barras de hierro a la altura de la cintura. En esta hornacina, tiesa como una estatua, de pie, Tacuara hacia cinco horas de guardia. A través de las rejas los hombres que le apetecían podían tocarle las carnes para constatar su dureza. En aquel barrio de mil prostitutas, y adornado de palmas y Cirios los días de Pascua, un retén de gendarmes, armados de carabinas, mantenían el orden para evitar que catangas y marineros se liaran a cuchilladas".
(…)
"Por eso, cuando en el silencio que guardamos junto a la mesa de café, repiquetea el timbre del teléfono, un sobresalto nos mueve las cabezas, y si no es para nosotros, bajo las luces blancas, bermejas o azules, Uña de Oro bosteza y Guillermito el Ladrón barbota una injuria, y una negrura que ni las mismas calles más negras tienen en sus profundidades de barro, se nos entra a los ojos, mientras tras el espesor de la vidriera que da a la calle pasan mujeres honradas del brazo de hombres honrados".
“Las fieras” - Del sitio Ciudad Seva – ciudadseva.com
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arlt/las_fieras.htm
 Este es un letrero enlozado adquirido en la Feria de Antigûedades de San Telmo, Buenos Aires, y que también es un pedazo de historia porteña. Data de 1910
Las fotos pertenecen a Adriana Sylvia Narvaja, conductora del programa de radio "Algo Especial Protagonista del Presente".
Revista "Todo es Historia - Número Especial", "El riesgo de ser mujer", marzo de 1991.

¡Compártelo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario