Cada sendero una cúspide

        Toda palabra se vuelve recuerdo cuando es sólo sonido y no vida. Cada mirada se convierte en ausencia cuando es promesa y no fuego. Cada caricia se torna dolor cuando es consumo y no ofrenda. Todo amor es desolación si se enjaula el sentimiento en vez de liberarlo. 
        Hay un tiempo para rodar por la arena y un tiempo para reír en el amanecer. Hemos visto caer a hermanos en la ciénaga simplemente porque quisieron llegar a un puerto sin haber cortado nunca amarras. Porque buscaron la flor sin haber plantado semilla, porque gritaron cuando era necesario callar, y porque se quedaron mudos a la hora del coro. No importa que el tiempo dibuje desafíos o que la tarde huela a derrota. Interesa que siempre fluyas en la Tierra. Interesa que nada guardes como tuyo, y que todo tomes como nuestro.
        A veces la soledad es un castigo porque no hemos sabido abrir el sentido de la fluencia. El modo de acompañar los latidos del universo. La compañía no es poseer a alguien a quien se llama “mi amor” o  “mi amistad”. Es percibir que en el territorio del afecto no hay propiedades, solamente hay fusiones. Hay energía que a veces suelda, a veces diluye, a veces transforma. Pero nunca queda inmóvil en un mismo lugar. El amor es un sol que no cesa de brillar. Porque arde en nombre de lo Eterno. Y la única eternidad está en cada instante. No hay ayer, ni hoy, ni mañana. Hay un siempre: siempre fluir como un arroyo, que no hace preguntas sobre el mar o sobre la lluvia.
        No claves tus ojos en la pesadilla de los inertes que invaden la ciudad. Pero tampoco dejes que su invasión te vuelva insensible. No es por fortaleza de los emponzoñadores que retrocede la alegría, sino por debilidad de los que la portan. Una debilidad que se traduce en cinismo o en lamento. No hay que quejarse por la lluvia de basura, hay que construir techos más fuertes y usar paraguas con olor a jazmín. 
        No hay que disculparse por hablar un idioma que no es el de los que juzgan tu derecho a soñar o a viajar en naves invisibles. Por el contrario, hay que ir al fondo mismo de las expresiones, liberarlas totalmente de maleza mental, para ponerlas luego en circulación con su voz de amanecer y su torbellino de certidumbres. Hay que gestar un lenguaje no codificable, no convertible en jingle, no comerciable en la feria de enjauladores.  No somos cifras ni máquinas: somos niños en vías de ser inocentes, o en vías de recuperar nuestra inocencia.
        Cada ruta es la cumbre de cada momento. Hay necesidad de parar a veces, para descansar o para celebrar un hallazgo que será tan fugaz como un relámpago. No hay urgencias, ni barreras. El peregrino total tiene en claro que su ritmo es como una música que gira con todas las músicas posibles del Cosmos. Podés a veces caminar de la mano con alguien en el mismo rumbo, o beber de otra cantimplora a la hora de la sed que importa. Pero también puede haber largos trechos donde el único paisaje será tu sombre recortada en el horizonte. En la órbita del ritmo que fluye tus sentidos son la llave. Pará un ratito de correr. Eso que respirás en silencio es tu nueva brújula. 

Miguel Grinberg, junio 25 de 1975.
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